La prensa nicaragüense se hacen eco de esta noticia publicada ayer en una publicación española.
Managua, la ciudad sin nombres de calles. Un árbol, un bar, toda referencia es buena para orientarse en la capital nicaragüense donde hay pocas vías con denominación. Por Wendy Álvarez Hidalgo:
La primera vez que la joven estadounidense Michell aterrizó en el Aeropuerto Internacional La Mercedes, ahora Augusto C. Sandino, hace 10 años, traía anotada en su agenda una “extraña” dirección que leía así: “De los semáforos de La Tenderí, 75 varas al lago”. Era la única referencia del hostal donde pernoctaría. No tenía ni el nombre de una calle o el número del establecimiento.
Su sorpresa fue cuando salió de la terminal aérea. Abordó un taxi y estando muy cerca del lugar donde le habían indicado que se encontraba el hostal, el conductor daba vuelvas y vueltas por la zona. "No encontraba el hostal, me decía: Será arriba o hacia abajo. No entendía lo que me decía. Tardamos como 20 minutos buscando el hospedaje”, recuerda Michell, una joven de piel tostada por el sol, cabellera voluminosa y de contextura delgada. Más tarde descubriría que estaba en una de las pocas ciudades en el mundo donde las calles no tienen nombres.
Uno pensará que esto es surrealista. Puede que lo sea, pero así es Managua. En esta ciudad, con casi dos millones de personas, es frecuente referirse a las calles o plazas añadiendo indicaciones del tipo: "De donde fue", "ve hacia el lago", "del nuevo", "hacia abajo", "hacia arriba", "sigue recto y dobla a la derecha". (Ver en la imagen la calle "Hacia Estatua de Montoya"). Los habitantes han tenido que ingeniárselas para moverse en una urbe desordenada y con calles sin identidad. Calles invisibles.
Y aunque no existe una guía exacta que permita moverse con facilidad en la ciudad, dominar los puntos de referencia que se usan desde cuando Managua era una villa indígena puede ser una buena fórmula. Sepa que “arriba” indica al Este, donde se pone el Sol; y “abajo” se refiere al Oeste, que es donde se oculta.
“Es parte de nuestra idiosincrasia. Y si mañana se estableciera un sistema de nomenclatura para identificar las calles, casas y avenidas, creo que no funcionaría. Para nosotros siempre será desde donde está aquella piedra tantas cuadras para tal lado, y si llegan a quitar la piedra, diremos donde estuvo la piedra tanto cuadras….”, afirma sonriente Juan Vargas, un sesentón, conductor de un viejo taxi que circula de día en una de las congestionadas avenidas de la capital.
Lleva más de 40 años como taxista. Comenzó de chaval y asegura que no hay día en que no se pierda buscando la dirección de un pasajero. Vargas cuenta que su peor pesadilla es cuando se adentra en los suburbios que han empezado a crecer a lo largo y ancho de la ciudad. En estos sitios, que son aglomeraciones de caseríos, los puntos de referencia son generalmente desconocidos y eso impide llegar al destino final de un pasajero.
Un árbol milenario, un restaurante de antaño, una antigua estación de ferrocarril, un semáforo, una plaza revolucionaria, un bar, los restos de un monumento, el nombre de una pulpería, el color de una casa, una antigua catedral o un viejo seminario sacerdotal, todo vale en Managua a la hora de llegar a un sitio determinado. La memoria fotográfica también.
Son pocas las principales avenidas que a lo largo del tiempo han tomado nombre. Y las que hoy tienen identidad, no es porque la municipalidad así lo haya decidido de forma oficial. No. Hay travesías que llevan denominaciones porque han sido escenario de algún hecho o momento que ha dejado huella en la memoria de los managüenses. La pista Jean Paul Genie es una de ellas. En 1990, un 28 de octubre, un joven fue acribillado en esta vía por los escoltas de una caravana que encabezaba el hermano del actual presidente de Nicaragua. Hoy la avenida es conocida por todos con el nombre del joven asesinado.
Hay otras a las que se les ha puesto nombres de meses o fechas conmemorativas, como la 27 de mayo, la 15 de septiembre o la antigua avenida Bolívar. Y aunque no lo parezca, estas calles sufren de metamorfosis. Hoy tienen un nombre de referencia y mañana pueden aparecer con otro. Todo depende del estado de ánimo del Gobierno de turno, que generalmente intenta perpetuar su estilo político, cambiando los nombres de las principales vías públicas o edificios populares.
Y peor aún es que la ciudad no tiene centro, situación que complica aún más la movilidad. Es por eso que dominar, además de los puntos cardinales, los lugares de referencia, puede facilitar a cualquier persona llegar a tiempo a su destino final, sin dar muchas vueltas.